Como Nodo de Violencia y paz, problematizamos algunas nociones y posturas que cargan el peso de una Psicología hegemónica. Aquella marcada por la positividad, detentadora de una tradición eurocéntrica, moderna y colonial del siglo XVII, con pretensiones universalistas, enmarcada en el método científico como único válido en la investigación. Cuya delimitación instauró una frontera étnico-racial (Castro-Gómez, 2010) y patriarcal a los saberes. Y dejó de lado otras formas de concebir la ciencia y la construcción de conocimiento, en particular, aquellas venidas de otras perspectivas académicas como las de las ciencias sociales no modernas, y no académicas como las de las comunidades con quienes el Nodo Violencia y Paz dialoga y trabaja. Invitamos a repensar nuestro lenguaje psicológico de manera creativa, de tal forma que pueda expresar y teorizar las posibilidades y aperturas epistemológicas y ontológicas en los contextos de violencia y paz.
Nuestra misión es articular un enfoque epistémico, metodológico y ético-político que promueva la inclusión y el respeto por las diversas culturas en contextos de violencia y paz, favoreciendo un diálogo enriquecedor entre saberes populares y académicos. Buscamos construir un espacio donde se valoren las múltiples formas de conocer y ser, fomentando prácticas y saberes que transformen realidades y promuevan la justicia social.
Para el año 2030, el nodo de Violencia y Paz será reconocido por la capacidad de integrar diversas voces y saberes en la investigación y práctica psicosocial. Visualizamos un futuro donde el conocimiento se construya desde la pluralidad, permitiendo que las experiencias de las comunidades sean fundamentales en el análisis de las violencias y múltiples formas que promuevan la construcción de paz.
Coincidimos en la necesaria articulación entre las reflexiones epistemológicas, los recursos e instrumentos metodológicos, las diferentes ontologías que habitan el mundo y las realidades que como Nodo estudiamos, y lo ético – político que pasa por el lugar de enunciación, las subjetividades e identidades de quienes investigamos y acompañamos trayectorias comunitarias en contextos de violencias y paces. De allí, que reivindicamos los posicionamientos episte-metodológicos, ontológicos y ético-políticos, definidos desde la pluriversidad (Escobar, 2014), el sentipensar (Fals Borda, en Bassi, 2008), las cosmologías y cosmopercepciones (Oyěwùmí, 1997) que habitamos y definen la construcción de conocimiento.
De allí, que nuestras reflexiones, estudios y praxis psicosociales se orientan por la polifonía de voces, sabidurías y saberes de diferentes sujetos y comunidades rurales, campesinas, ribereñas, afrocolombianas e indígenas, con quienes dialogamos. Reconocemos las plurales y diversas formas de conocer, ser y existir (De Freitas, Morín y Nicolescu, 1994) definidas por el territorio, la relación con la naturaleza, las cosmologías y las ontologías relacionales (Gudynas, 2019), y las experiencias de las mujeres como fuente de conocimiento desde la ética del cuidado y el sisterhood o hermanamiento (Collins, 2018). Lo cual hace del trabajo del Nodo un reto para pensar las vivencias de las violencias y las paces, sin caer en la instrumentalización del conocimiento.
Asumimos el reto de dar igual peso y valor a los saberes populares y académicos. Siguiendo la inspiración de Maria Lugones (2018) y el compromiso con la movilización social para la transformación de sus realidades